Pedagogía: El Estudiante en el Centro del Aprendizaje

 En la educación superior de hoy, el foco se ha desplazado radicalmente: ya no se trata de qué se enseña, sino de cómo se aprende. Aquí es donde el constructivismo y el aprendizaje significativo se alzan como pilares ineludibles. Pensemos en ello: el estudiante, antes un mero oyente pasivo, se ha transformado en el verdadero arquitecto de su propia formación.

El constructivismo, con mentes brillantes como Jean Piaget y Lev Vygotsky a la cabeza, nos invita a entender que el conocimiento no es algo que simplemente se transfiere. Más bien, es una construcción activa que el propio estudiante edifica, ladrillo a ladrillo, mientras interactúa con su entorno y conecta cada nueva pieza con lo que ya reside en su mente (Guerrero, 2014; UNESCO, 2004). En este baile del saber, el aprendizaje significativo, propuesto por David Ausubel, es la melodía que garantiza la profundidad. Se produce cuando ese nuevo saber entrelaza, de forma coherente y sustancial, con lo que el estudiante ya domina, abriendo paso a una comprensión mucho más profunda y duradera (UNESCO, 2004).

Así, la figura del docente también se reinventa. Deja de ser un mero conferencista para convertirse en un hábil guía, un facilitador que provoca una enseñanza dinámica, incisiva y reflexiva. Su labor es diseñar esos espacios de aprendizaje donde el alumno pueda indagar, confrontar ideas, debatir y, en última instancia, forjar sus propias redes de conocimiento. Todo esto resuena con la idea de que "aprender no debería ser nunca un rito arduo, mecánico y vacío, sino un camino vibrante que nos encamine a formar seres humanos felices, competentes y con un abanico de oportunidades" (UNESCO, 2004).

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